«Acá el único demonio fue el Estado argentino que se convirtió en terrorista y torturó y masacró a gente que pudo haber juzgado»

octubre 25, 2016

La Justicia al aula: Dos jueces federales con los estudiantes de la Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano.

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Los jueces federales Hugo Vaca Narvaja y Jaime Díaz Gavier en el Manuel Belgrano. Foto, Mechi Ferreyra.

 

Por Marta Platía.

 

Los jueces federales Jaime Díaz Gavier y Miguel Hugo Vaca Narvaja están por estos tiempos, y por distintos motivos, a la vanguardia de la Justicia cordobesa: Díaz Gavier ha presidido el Tribunal Oral Federal N°1 de cuatro de los cinco juicios por delitos de lesa humanidad que se han llevado a cabo en Córdoba desde 2008 contra Menéndez, Videla y decenas de represores de la última dictadura cívico-militar. Vaca Narvaja por su parte, fue querellante en tres de esos juicios; pero desde el 20 de noviembre de 2014 es el titular del Juzgado Federal N°3 que, en las últimas semanas, le puso freno a “la otra mitad” del tarifazo del gas cuando falló a favor del recurso de amparo que presentó la Asociación de Pequeñas y Medianas Empresas (Apyme).

 

Ambos fueron invitados a una conferencia por Francisco Ferreyra, el director de la Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano, en el auditorio de la institución que depende de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). La sala estuvo colmada por los alumnos del séptimo año: “Somos más de 200 chicos y chicas de entre 18 y 19 años”, explicó Sofía Donalisio. El Manuel Belgrano es uno de los colegios secundarios que más padeció la “Noche de los lápices” en esta provincia; junto al Monserrat y al Deán Funes.

 

Poco antes del golpe de Estado de 1976, el interventor Tránsito Rigatuso le entregó al represor Luciano Benjamín Menéndez, una lista con 19 nombres de alumnos de la Escuela que él consideraba “subversivos”. De ellos, 11 fueron secuestrados, torturados y desaparecidos. En el Megajuicio La Perla-Campo de La Ribera -cuyos fundamentos del fallo se conocieron el lunes 24 de octubre- quedó establecido que todos ellos fueron vistos en los campos de concentración poco antes de ser asesinados: Pablo Schmucler, Silvina Parodi, Graciela Vitale, Daniel Bacchetti, Claudio Román, Gustavo Torres, Walter Magallanes, Raúl Castellano, Fernando Avila, Jorge Nadra y Oscar Liñeira fueron las víctimas. Y sus nombres están grabados en la memoria y en los muros del colegio, en Barrio Alberdi.

 

“Nosotros estamos muy honrados con la invitación”, dijo el juez Jaime Díaz Gavier. “En las audiencias pudimos escuchar los testimonios por esos jóvenes que tenían algunos años más que ustedes y otros incluso eran más chicos. Sufrieron los peores episodios de una represión que, efectivamente, como adelantó el doctor Vaca Narvaja, no tenía otro propósito que establecer un sistema político social y económico que favorecía y cuidaba los intereses de ciertos sectores sociales en detrimento de las necesidades y las privaciones de la gente. Ustedes tienen la dicha de haber nacido, crecido y vivido en Democracia. Puede parecerles que fue hace mucho tiempo, pero en términos históricos es todo muy reciente. Y la democracia puede estar llena de defectos y de altibajos, pero es la única manera en que los seres humanos podemos vivir en una comunidad justa y organizada. Una comunidad en la que nos cuidemos y protejamos entre todos”.

 

 

Padre de una alumna del Belgrano, el juez Hugo Vaca Narvaja arrancó la conferencia con un raconto de cómo se llegó a los juicios que se han convertido en el rostro jurídico de Córdoba “no sólo aquí, en el país, sino en el mundo, a partir de haber hecho un recorrido histórico y semántico de lo que nos pasó: desde los primeros juicios pasamos de ´dictadura militar´ a ´dictadura cívico-militar´. Desde los juicios a los Comandantes en 1985, de la llamada «Causa 13″, donde los testigos casi ni se animaban a admitir que habían militado. Estaba todavía muy vigente aquello que instaló la dictadura y su propaganda: el por algo será, el algo habrá hecho; a estos últimos juicios en los cuales los sobrevivientes de los campos de exterminio reivindicaron su militancia. Está claro ahora que nadie tenía derecho a torturarlos o matarlos por sus ideas. Pasaron años hasta que la sociedad y las mismas víctimas tuvieron conciencia de eso».

 

Vaca Narvaja explicó con tono firme y calmo, que “además del exterminio, de la masacre de más de 30 mil desaparecidos, la dictadura dejó un saldo mucho más pesado a nivel social: la deuda externa del país saltó de 7 mil millones de dólares en 1976, a 45 mil millones en 1983. Se multiplicó por siete”. Aseguró que a partir de estos juicios se pudo esclarecer con precisión «la falacia que implica la teoría de los dos demonios. Acá el único demonio fue el Estado argentino que se convirtió en terrorista y torturó y masacró a gente que pudo haber juzgado. Tenían todos los medios para hacerlo, pero eligieron no hacerlo. Eligieron la desaparición. Hoy sólo algún trasnochado puede tratar de reflotar esa teoría, y desde la mala fe. Ya no hay dudas de que hubo un estado terrorista. El juicio de La Perla ha sido uno de los puntos más altos, más importantes de la historia de Córdoba y de nuestro país en ese tema. En este último juicio hemos llegado a conclusiones de enorme importancia histórica”.

 

Hugo Vaca Narvaja recordó agradecido a la penalista María Elba Martínez «ella fue una personalidad icónica en estos juicios. Alguien que los impulsó con su trabajo de años. Yo comencé en estos procesos trabajando con ella. María Elba, como el doctor (Rubén) Arroyo; (Claudio) Orosz; (Martín) Fresneda; (Miguel) Ceballos y Marité Sánchez, han sido fundamentales. Ellos han puesto todo su esfuerzo para que estos juicios fueran posibles.

 

 

Discutir apasionadamente

 

Con su voz de timbre grave y arenoso Jaime Díaz Gavier resaltó “el valor de esta política de Derechos humanos que surgió a partir de la presidencia de Néstor Kirchner primero y continuó Cristina Fernández de Kirchner después. Ellos la convirtieron en una política de Estado, y es lo que nos ha permitido y nos está permitiendo con todas las dificultades y contramarchas, lograr que nuestra Argentina sea un país donde los derechos humanos sean posibles, respetados, donde no tengamos miedo, e incluso podamos discutir acaloradamente. Eso es también la democracia: pelearnos buenamente. No matarnos. Pero sí discutir apasionadamente, sostener nuestras ideas con pasión”.

 

El juez repitió que “sin justicia no hay paz. Y sin paz ni trabajo, ni estudio, no hay paz posible. El Estado tiene que ser mejor que los individuos que lo constituimos. Por eso nos hemos sometido a su autoridad. El Estado está para permitirnos vivir con dignidad, para que nos de vivienda, justicia, trabajo… No para que nos mate, como se hizo durante la última dictadura. Como dolorosamente pasó”.

 

 

-¿Sufrieron presiones durante los juicios?, preguntó una docente desde el auditorio

-Jaime Díaz Gavier: Yo le diría que quizás que uno de los más importantes, aparte (de las leyes) del Indulto y la Obediencia debida; fueron los producidos por sectores de poder de la sociedad civil. Los mismos que fueron beneficiados por las medidas económicas del gobierno militar. Sectores que todavía subsisten. Todavía hay bolsones de resistencia a la realización de estos juicios. Lo que más costó fue eso. La dictadura no hubiese sido posible si no hubiera habido un importante sector de la sociedad civil, eclesiástica y empresarial de la sociedad civil que favorecieron el golpe o miraron para otro lado. Ellos fueron los que pusieron obstáculos. Y también algunos grupos judiciales.

 

 

-¿Este que se hizo fue el último juicio o habrá otros? ¿Cuál es el siguiente paso?, quiso saber un alumno.

 

-Jaime Díaz Gavier: Este juicio por sus dimensiones cuantitativas, por la cantidad de imputados, víctimas, querellantes, defensas, se ha constituido en una especie de juicio emblemático en el tema de los juzgamientos por crímenes de lesa humanidad. De ninguna manera será el último. Empezaron en el 2008. Este que terminó (el 25 de agosto con 28 condenas a prisión perpetua) no será el último. A medida que se van elevando los juicios, los haremos. Ahora precisamente en el juzgado del doctor Vaca Narvaja se está trabajando en la instrucción de otros juicios. Van a seguir mientras no se cambie la política de Estado. Esto importa un enorme esfuerzo para el Estado. Un Estado que ha sido capaz de juzgarse a sí mismo dando un ejemplo al mundo. Es único en su tipo. Porque por primera y única vez un Estado ha sido capaz de juzgarse a sí mismo, a mirarse al espejo. Esto que es tan difícil para los seres humanos y para el Estado también. Mirarse y reconocernos y decirnos qué se ha hecho mal. Qué somos capaces de reivindicar o no en nuestras conductas. Esperamos que el Estado los apoye. Si esto es así, continuarán. Y tienen que continuar. Estamos en medio de un proceso que tiene que continuar.

 

-Hugo Vaca Narvaja: Con respecto a lo que decía el juez, en el Juzgado  (Federal N° 3, que él preside) ahora se está instruyendo, investigando una causa con más de 700 víctimas. Los posibles autores hasta ahora son unas 250 personas, entre personal policial, de las fuerzas armadas y civiles. También pueden surgir nuevas causas.

 

-Jaime Díaz Gavier: Veo que el doctor Vaca Narvaja nos va a hacer trabajar mucho… (Hay risas en el auditorio).

 

-¿Cómo puede afectar el actual gobierno a los juicios?, interrogó otro estudiante.

 

-Jaime Díaz Gavier: Creo que a partir de diciembre del año pasado está abierto un cambio muy claro de políticas de toda índole. Todos lo estamos sufriendo a partir de los tarifazos y otras posiciones, pero de todas maneras me parece que en materia de derechos humanos el tema está tan incorporado y está tan organizado el cuerpo social, que creo que ya no puede salir a decirse que todo esto no es importante. Por el momento, sólo hay cuestiones económicas. Pero por ahora venimos bien. Hay que asumir una enorme cantidad de gastos, es real. Pero espero que no se modifique una política de Derechos Humanos que está siendo ejemplo en el mundo. Nosotros seguimos trabajando.

 

 

-¿Qué piensan sobre lo dicho por el presidente de la Nación sobre la cantidad de los desaparecidos y la teoría de los dos demonios?, preguntó otro joven.

 

-Hugo Vaca Narvaja: “Recuerdo, y seguro el juez Díaz Gavier también, cuando en una de las audiencias en el juicio de 2010, uno de los imputados, (Enrique) Mones Ruiz, nos explicó con pizarra, puntero y láser, que en 1976 sólo quedaban 1.500 subversivos. En algún momento llegaron a existir en nuestro país unas 4 mil a 5 mil personas catalogadas como guerrilleros armados. Pero cuando dan el golpe, con el pretexto de controlar a esta “guerrilla”, quedaban 1.500… Ustedes se darán cuenta que fue una falacia. Que el exterminio fue un pretexto para llevar adelante un plan económico que beneficiaba a ciertos sectores. También recordábamos ayer con unos amigos que en una publicación del diario la Nación (en 2006) cuando citan los archivos desclasificados de los Estados Unidos, (los militares) admitieron que en 1978 ya habían matado a 22 mil personas… Así que cuando se vuelve a poner en duda la cantidad de los desaparecidos, de los 30 mil desaparecidos, eso obedece a la ignorancia, o directamente a la mala fe. Ya no se puede desconocer el número. Poner en duda si son 30 mil desaparecidos es gravísimo. Digo que no son 30 mil porque estoy agrediendo una verdad establecida, a una bandera que es la que llevan miles de personas que están luchando por la verdad histórica, por los derechos humanos desde la dictadura hasta ahora. Solamente desde la ignorancia o la mala fe se pueden sostener estas posturas”.

 

 

-¿Y cuánta gente involucra hacer un juicio como el de La Perla?

 

-Jaime Díaz Gavier: Es una tarea enorme. En este juicio declararon casi 600 testigos, hubo un cuerpo de psicólogos que los asistían, personal de protección de los testigos, los empleados judiciales, los equipos de filmación y grabación de todas las audiencias… Cada audiencia había que montar y poner en movimiento, además de los imputados que eran muchos y que había que traerlos desde (la cárcel de) Bouwer y sus domicilios… Ellos también tienen derecho. El Estado debía cumplir con sus derechos. Nosotros teníamos la obligación de hacer justicia. No se trataba aquí de consentir ni convalidar ningún tipo de medida de venganza. Me parece que es importante que en un país lleno de gente que ha sufrido tanto, no hayan reclamado nada más que justicia. No los han agredido nunca. Cualquiera lo hubiera hecho tal vez si hubiesen sufrido lo que ellos (habla de los Familiares de las víctimas, las Abuelas, las Madres, los HIJOS), pero no. Ellos asistieron a cada una de las audiencias, a casi cuatro años de juicio (tres años, nueve meses y 27 días) respetando el ámbito de la justicia y comprendiendo que lo único necesario era llegar a un final de sentencia fundada en la ley y en el derecho, y no como expresión de un espíritu de venganza o revancha. Fue un enorme trabajo montar todos los días cada audiencia con el trabajo de no menos de cien personas o tal vez más. Aparte del trabajo de la prensa, que cubrieron el trabajo con mucho esfuerzo. Porque hubo medios que intentaron tapar estos hechos; pero hubo otros periodistas con presencia permanente que estuvieron allí con mucho esfuerzo y compromiso personal. Esa fue una colaboración muy importante.

 

-¿Cómo se hace para presenciar testimonios como los que escucharon y ser objetivos con los derechos de los imputados?

 

-Hugo Vaca Narvaja: las audiencias de este tipo de causas son sumamente duras. Por la cantidad de cosas que uno tiene que escuchar y que son difíciles de imaginar. Por la crueldad a la que puede llegar un ser humano… No. No son animales. Son personas que dieron rienda suelta a sus más bajos instintos. Hay que tener una fortaleza interior muy grande. Hasta admirable. Y en eso ha sido ejemplo el juez Díaz Gavier en estos últimos cuatro años.

 

-Jaime Díaz Gavier: Gracias. Ha sido una experiencia desde el punto de vista personal y humano sumamente intensa y por momentos absolutamente desgarradora. Pero también estimulante de lo que un juez no puede perder nunca que es la objetividad. Recién les decía que muchos de los alumnos del Manuel Belgrano fueron víctimas de estos delitos. Fue muy duro porque eran muchachos y chicas muy jóvenes como son ustedes… Ellos lo único que querían era cumplir el sueño de vivir en una sociedad más justa, más equitativa, más solidaria… Hubo muchos episodios de angustia y tensión… Los jueces somos seres humanos. No podíamos escapar a la angustia y al dolor de quienes sufrieron esto durante más de 40 años. Creo que estos juicios aparte de su valor jurídico y procesal, de restablecer un orden jurídico alterado, han tenido -y deben tener también- un valor de alguna manera terapéutico. Alguien tenía que escuchar alguna vez a gente que había sufrido tanto. El Estado tenía que decirle alguna vez a esa gente, lo voy a escuchar. Esa fue otra de las funciones del Estado. Eso nos tocó en estos juicios. Y nos tocará en los que se están preparando. No se pueden dejar de hacer, aún al costo personal que tienen. A veces uno llegaba a la noche a la casa y no podía comer porque el estómago estaba cerrado. Pudimos presenciar en estos juicios los abismos de crueldad; pero también actitudes de coraje, de entereza, de voluntad de lucha, de la capacidad infinita que tenemos los seres humanos de sublimarnos y brindarnos al otro. Pero cuando tuvimos una duda sobre la culpabilidad de alguien, absolvimos. Teníamos que absolver. Garantizar la justicia es también eso.

 

-Considerando que fue el Estado el que con su aparato represivo torturó y secuestró, y salvando las diferencias con el actual, ¿qué consejo se puede dar con respecto a lo que pasó con los chicos de la Garganta Poderosa, que fuerzas federales los secuestraron y torturaron?

 

-Hugo Vaca Narvaja: Hay que tener absolutamente conciencia de que vivimos en un Estado de Derecho. Cualquier tipo de apartamiento de las fuerzas del Estado de este sistema de derecho, debe ser denunciado. Desde mi juzgado, hemos hecho varios pronunciamientos: uno fue en 2014, sobre las celdas de castigo en las prisiones. A una persona se la mantenía privada de su libertad 23,45 horas en una celda de castigo, y se lo sacaba sólo 15 minutos en todo el día. Se le preguntaba si quería ir al baño a bañarse o hablar con su familia. El hombre elegía hablar con su familia por teléfono y así pasaba días sin bañarse. Eso fue atendido en un hábeas corpus y se dictó un fallo en el que se prohibió este tipo de comportamiento. De castigo. Si hubo en este caso que planteás, policías que estuvieron golpeando y torturando a una persona, deben ser denunciados, investigados por un fiscal y, eventualmente, juzgados.

 

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Los jueces Jaime Díaz Gavier y Hugo Vaca Narvaja en el auditorio del Manuel Belgrano. Foto, Mechi Ferreyra.

 

 

El delator delatado

El interventor del Manuel Belgrano Tránsito Rigatusso entregó antes del Golpe de Estado de 1976, una lista con los nombres de 19 alumnos de ese colegio al represor Luciano Benjamín Menéndez. Once de ellos están desaparecidos. Entre ellos, la hija embarazada de la Abuela de Plaza de Mayo Sonia Torres, quien aún busca a su nieto nacido en cautiverio. En 2002, Rigatuso amparado por la impunidad y su propio cinismo, acusó ante la justicia a Sonia Torres. Lo hizo por «calumnias e injurias», ya que la Abuela lo había llamado «delator» en una entrevista que le dio al diario La Voz del Interior en 1998. El juez que intervino en uno de los procesos judiciales más absurdos e indignantes que se han vivido en Córdoba, determinó que «la acusada» Sonia Torres había tenido razón cuando lo llamó delator. Que no había cometido delito alguno. El juez Rubens Druetta contó para eso con el testimonio del entonces segundo de Menéndez, el coronel Emilio César Anadón; quien dijo en su declaración ante el tribunal que él había estado presente cuando Rigatuso le entregó la lista a su jefe. El tiro por la culata. Anadón se suicidó de un balazo durante su prisión domiciliaria en 2004. Tránsito Rigatuso murió en 2008, con el rótulo de delator como sinónimo de su nombre.

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